No era Cabañas, no era “El Chicharito”, no era Carlos Vela, no era “El Guille”, no era Matías Vuoso, no era De Nigris, No era el “Gatillero” Palencia, no era el “Kikin”.
Quien sabe como le hizo; Pero lo hizo. Cumplió con su pacto, con su convicción, cumplió con sus ganas, cumplió con su espíritu.
Era una tarde poco después de un atardecer de un domingo de sol, con un estadio Nezahualcoyotl a media asistencia, con una cancha llena de garra. Una llamada del delegado del equipo le dio aviso a un Carlos Valero de lo que sería una de sus mejores tardes desde su transferencia al Club América; Hoy eres titular.
Lleno de nervios, miedo, deseos, ganas, garra, convicción. Empacó sus cosas, guardó su uniforme, alistó sus zapatos y corrió al campo de batalla.
El “Paletas” damas y caballeros, cumplió.
Hasta hoy, aún sigue sonriendo, sigue celebrando, sigue gritando, sigue festejando, sigue escuchando esos gritos que se multiplicaron gritando dos de sus goles.
Si, señores, si. Dos pepinos. Los corazones aún palpitan, las palmas aún retumban, los gritos aún hacen eco; “Gol Paletas, Gol”, si, aún escuchamos, aún vibramos, aún sentimos esa emoción desbordada en un partido en el que los goles caían cual agua en la coladera y en la cual después de meses de espera, de comer la banca, de esperar su oportunidad; Carlos Valero “El paletas”, no solo apareció, no solo se hizo presente en la alineación, ahora pertenece a las estadísticas, a la tabla de goleo, a los corazones de todo el publico.
Hoy no es solo el paletas, es la michoacana entera, su actuación dejo huella en el estadio Nezahualcoyotl, dejo eco en nuestras voces, instaló sonrisas en nuestros rostros, arrebató aplausos de nuestras manos, dejó marca… En nuestros corazones.